La enfermedad. Anjel Lertxundi

La enfermedad, sea del tipo que sea, agudiza los sentidos, focaliza la atención; para el enfermo, la enfermedad es el eje de su vida, por lo que aparta de sí toda la broza vital que no tiene nada que ver con ella, y de ahí que sea posible establecer analogías entre la enfermedad y el sentido artístico: también el artista afina sus sentidos, encauza su atención, siente el arte como elemento central de su vida… (Anjel Lertxundi; ; Erein; pag. 135)

El poder de nombrar

¿Cuál es el poder de nombrar? Mitigar, apaciguar, suavizar, objetivar, exteriorizar lo que así nos inunda y nos desborda. Desahogar lo que nos ahoga. (Paula Pérez Alonso; No sé si casarme o comprarme un perro; Tusquets, pag. 67)

Al poner nombre a algo le das entidad. El dolor innominado se te escapa. Bautizarlo es poder afrontarlo. (Rafael Argullol en Anjel Lertxundi; Tú; Erein; pag. 89)

Ponerles nombre a las cosas equivale a dotarlas en cierto modo de entidad (Esther Tusquets; Confesiones de una vieja dama indigna; Bruguera; pag. 10)

Enfermedad. Anjel Lertxundi

La forma más plena de vivir la enfermedad de alguien requiere que tanto el enfermo como sus allegados desarrollen una especie de ars vivendi cotidiano (lo que Cesare Pavesse llamaba Il mestiere di vivere –el oficio de vivir-), en lugar de quedarse escuchando al negro cuervo que grazna en la ventana del desánimo…No hay otra opción que buscar y desarrollar la alegría de un ars vivendi, pero basado no en lo material, no en los bienes ni en el dinero, sino en la música de la vida. (Anjel Lertxundi; Tú; Erein; pag. 52)

La enfermedad no solo altera la vida familiar, sino todo su entorno psicosocial. A partir de ahí, suele cambiar el orden de prioridades de la gente. (Sara Arévalo, oncóloga en Anjel Lertxundi; Tú; Erein; pag. 93)

Sufrimiento. Anjel Lertxundi

Al leerlo hoy, pienso en mi amiga M. y en su familia…

“El sufrimiento no tiene en sí nada bueno”, escribe el marido de Tú, “pero ahora sí, ahora puedo afirmar tranquilamente lo que antes proclamaba desde la arrogante inconsciencia de la pura teoría: el dolor nos atrae al terreno de nuestra realidad humana. El dolor nos abate, pero también nos vuelve rebeldes; nos postra, pero nos enrabieta; nos humilla, pero nos hace grandes; nos hace llorar, pero también maldecir. Y nos hace reír. Nos obliga a apreciar incluso los detalles más pequeños. A vivir”. (Anjel Lertxundi; ; erein; pag. 249)

Silencios. Anjel Lertxundi

Hay silencios que estallan, escribe el marido de Tú. Silencios que generan sufrimiento a su alrededor. Creados por la vergüenza, por el pudor. Hay silencios esperanzados, solidarios. Hay también silencios discretos y los hay que trasmiten recelos. Hay silencios censores, silencios insolidarios, silencios cobardes, silencios malintencionados, silencios de quienes no quieren saber nada. Aquí sabemos mucho de eso, sigue escribiendo el marido de Tú. El silencio, igual que la cobardía puede ser de muchos colores. (Anjel Lertxundi; Tú; pag. 35-36)

Los libros, depósitos de recuerdos. Anjel Lertxundi

Hay quien guarda entre las hojas de los libros billetes de autobús, entradas de cine, tarjetas de embarque; mi difunta abuela tenía su misal lleno a rebosar de estampas de familiares fallecidos que guardaba entre sus páginas. Los libros se convierten así en depósitos de recuerdos, y si un día se abre el libro, un billete allí guardado nos trae a la memoria un viaje hecho mucho tiempo atrás, junto con la lectura que nos acompañó durante el vuelo.

Los libros que he leído son testigos mudos de mi vida, en ellos están mis principales secretos. (Anjel Lertxundi; Este muro de hielo; Erein, pag. 146)