Trabajo con las palabras y el silencio. Delphine de Vigan

Soy logopeda. Trabajo con las palabras y con el silencio. Con lo que no se dice. Trabajo con la vergüenza, con los secretos, con los remordimientos. Trabajo con la ausencia, con los recuerdos que ya no están y con los que resurgen tras un nombre, una imagen, un perfume. Trabajo con el dolor de ayer y con el de hoy. Con las confidencias.

Y con el miedo a morir.

Forma parte de mi oficio.

Pero lo que me sigue sorprendiendo, lo que me alucina incluso, lo que aún hoy ‒tras más de diez años de práctica‒ me deja a veces sin aliento, es la perdurabilidad de las penas infantiles. La huella ardiente, incandescente, que dejan a pesar e los años. Una huella indeleble. Miro a mis viejos, tienen setenta, ochenta, noventa años, me cuentan recuerdos antiguos, me hablan de épocas lejanas, ancestrales, prehistóricas, sus padres murieron hace quince, veinte, treinta años,  pero el dolor del niño que fueron sigue ahí. Intacto. Puedo leerlo en sus caras y escucharlo en sus voces. (Delphine de Vigan; Las gratitudes; Anagrama, pag. 114-115)

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.