Vulnerabilidad. Jean-Claude Carrière

Después de todos los años que llevo escribiendo, para cine y teatro, tantas escenas llamadas de «ficción», en las que hombres y mujeres imaginados hacen frente, mediante palabras y actos, a acontecimientos que no se esperaban, me parece que lo esencial para que esas escenas cobren vida es descubrir en los personajes ese territorio de fragilidad donde a buen seguro podemos encontrarnos ellos y yo.

Entre nosotros, lo llamamos «vulnerabilidad». Es la hendidura en el caparazón, el lugar donde podrán herirnos más fácil y gravemente. Una zona de incertidumbre, de temblor, ese punto sensible que normalmente no hay que tocar (pero una ficción es siempre anormal, poco habitual), esa parte del ser donde el personaje que estamos contando, que a veces sentimos lejos y en otros momentos muy cerca, parece curiosamente esperar, y en ocasiones incluso provocar, la desgracia que va a abatirse sobre él.

Es ahí donde verdaderamente nos encontramos y nos reconocemos. Es también ahí, en los mejores casos, donde nos sorprenden nuestros personajes, como si de pronto cobrasen vida propia, a ese nivel de ordinario disimulado en que toda comedia desaparece, en que toda proyección se desmorona.

Mientras no descubramos ese territorio secreto, que sin duda existe en cada uno de nosotros, seguiremos en el terreno simplificado del vodevil o el melodrama, un sembrado superficial en el que agitamos marionetas, hombres y mujeres trazados con un solo golpe de pluma y una vez más reducidos a un esquema y, por lo tanto, a una mentira. (Jean-Claude Carrière; Fragilidad; Península, pag. 219)

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