Inferioridad. Erri de Luca

El descubrimiento de la inferioridad sirve para decidir sobre uno mismo. La acepté sin humillación, todo consistía en admitirla. Había vastos campos del saber que no llegaría siquiera a rozar. En octubre superé el examen, no la lección de mi incapacidad. Ninguna habilidad en nada ha podido corregir la noción de escasez que tengo de mí mismo. (Erri de Luca; Los peces no cierran los ojos; Seix Barral, pag. 21-22)

Cómo duele el tiempo perdido. Kim Hye-jin

Ahora mismo me voy quedando lentamente al margen del tiempo. Si quisiera cambiar algo, debería hacerme a la idea de que requeriría una gran determinación. Y, aun así, la diferencia sería poca, fuera para bien o para mal. No me queda más que aceptar todo lo que es parte de mí, porque es lo que he elegido y se ha convertido en lo que soy ahora. Sin embargo, la mayoría de las personas se da cuenta de esto demasiado tarde. Cómo duele el tiempo perdido en mirar hacia el pasado o hacia el futuro, todo menos lo que no se tiene en el presente. Tal vez el arrepentimiento sea cosa de viejos a quienes no les queda mucho tiempo.

No sé cómo explicar esto, porque es difícil comprender lo que no se experimenta de primera mano. (Kim Hye-jin; Sobre mi hija; Las afueras, pag. 31)

Vacío. Delphine de Vigan

A veces conviene aceptar el vacío que deja la pérdida.

Renunciar a la distracción. Aceptar que ya no hay nada que decir.

Permanecer sentado, a su vera.

Cogiéndola de la mano.

Nos quedamos así. Michka cierra los ojos y yo dejo pasar el tiempo. Noto como la palma de su mano se calienta en la mía. Me parece ver en su rostro una sombra de serenidad. (Delphine de Vigan; Las gratitudes; Anagrama, pag. 133)

Aceptación. May Sarton

Si queremos entender la condición humana, y si queremos aceptarnos con toda nuestra complejidad, nuestras inseguridades, extravagancias o sentimientos de culpabilidad y de alegría, soltar el lento flujo interior en busca de su plena capacidad de acción y creación como seres humanos y artistas, entonces debemos saber todo lo posible acerca del otro, y estar dispuestos a desnudarnos. (May Sarton; Diario de una soledad; Gallo Nero, pag. 80-81)

Esperar lo inesperado. Maggie O’Farrell

Lo que me habría gustado saber a los veintiún años, cuando estaba delante del tablón de calificaciones de Cambridge, cuando di media vuelta y pedaleé hasta la orilla del río, donde me puse a tirar piedras al agua y a llorar, es que nadie te pregunta jamás por tus notas, porque eso es algo que deja de importar en cuanto abandonas la universidad; me habría gustado saber que las cosas de la vida que no están planeadas por lo general son más importantes y, a la larga, más formativas.

Es preciso esperar lo inesperado, aceptarlo. Estoy a punto de descubrir que lo mejor no siempre es lo más fácil. (Maggie O’Farrell; Sigo aquí; Libros del Asteroide, pag. 64-65)

Amistad. Satish Kumar

El edificio de las relaciones justas se construye sobre los cimientos de la amistad. La amistad es la mejor y más pura forma de relacionarse…

La amistad es incondicional; no hay peros ni condiciones. No hay una explicación razonada de por qué alguien es un amigo… La amistad se basa en la aceptación sin expectativas. Damos y recibimos. La amistad tiene sus raíces en la gratitud más profunda. En la amistad solo dices sí. Cuando un amigo te pide algo por amistad, no puedes decir no. (Satish Kumar; Simplicidad elegante; Icaria, pag. 99)

Aceptación. Sándor Márai

Es la mayor tragedia con que el destino puede castigar a una persona. El deseo de ser diferentes de quienes somos: no puede latir otro deseo más doloroso en el corazón humano. Porque la vida no se puede soportar de otra manera que sabiendo que nos conformamos con lo que significamos para nosotros mismos y para el mundo. Tenemos que conformarnos con lo que somos, y ser conscientes de que a cambio de esa sabiduría no recibiremos ningún galardón de la vida: no nos pondrán ninguna condecoración por saber y aceptar que somos vanidosos, egoístas, calvos y tripudos; no, hemos de saber que por nada de eso recibiremos galardones ni condecoraciones. Tenemos que soportarlo, éste es el único secreto. Tenemos que soportar nuestro carácter y nuestro temperamento, ya que sus fallos, egoísmos y ansias no los podrán cambiar ni nuestras experiencias ni nuestra comprensión. Tenemos que soportar que nuestros deseos no siempre tengan repercusión en el mundo. Tenemos que soportar que las personas que amamos no siempre nos amen, o que no nos amen como nos gustaría. Tenemos que soportar las traiciones y las infidelidades, y lo más difícil de todo: que una persona en concreto sea superior a nosotros, por su cualidades morales o intelectuales. (Sándor Márai; El último encuentro; Salamandra, pag. 120-121)

Aceptación. Haruki Murakami

Durante toda mi vida, he tenido la impresión de que podía convertirme en una persona distinta. De que, yéndome a otro lugar y empezando una nueva vida, iba a convertirme en otro hombre. He repetido una vez tras otra la misma operación. Para mí representaba, en un sentido, madurar y, en otro sentido, reinventarme a mí mismo. De algún modo, convirtiéndome en otra persona quería liberarme de algo implícito en el yo que había sido hasta entonces. Lo buscaba de verdad, seriamente, y creía que, si me esforzaba, podría conseguirlo algún día. Pero, al final, eso no me conducía a ninguna parte. Por más lejos que fuera, seguía siendo yo. Por más que me alejara, mis carencias seguían siendo las mismas. Por más que el decorado cambiase, por más que el eco de la voz de la gente fuese distinto, yo seguía siendo el mismo ser incompleto. Dentro de mí se hallaban las mismas carencias fatales, y esas carencias me producían un hambre y una ser violentas. Esa hambre y esa sed me han torturado siempre, tal vez sigan torturándome a partir de ahora. En cierto sentido, esas carencias, en sí mismas, son lo que yo soy. (Haruki Murakami; Al sur de la frontera, al oeste del sol; Tusquets, pag. 259-260)