La ciudad es provisional.
Un recorrido entre los recuerdos
y las ausencias.
Entre
las calles de la mente y el azar
de los acontecimientos.
Encrucijadas.
La ciudad es el trazo invisible
que uno deja.
La línea inmaterial de tinta
que apenas se despega
del suelo.
El hilo indestructible
que sólo pervive en la cabeza.
La estela que articula
y une los paisajes.
Mapa de la memoria derruida.
Francesco Careri en Walkscapes:
“La ciudad nómada
es el propio recorrido
el signo más estable
en el interior del vacío
la línea de la ciudad
es la línea sinuosa dibujada
por la serie de puntos
en movimiento.”
La urbe como una larga oración
manuscrita.
Esa línea de tinta que escribimos
sobre un papel mil veces borroneado.
La estrechez de la ciudad
que cada quien construye
con sus pasos.
El rostro insobornable
y verdadero de las trayectorias.
Aquel triángulo amnésico
entre la casa
el trabajo
y el supermercado.
La vida secreta
de los trayectos públicos.
La vida
sin ambages desde las alturas.
Terco tachón
‒sin variaciones sin escapes‒
bajo el tizne deslavado
del futuro.
La ciudad es el propio recorrido.
Es la maraña íntima.
La capa evanescente que se agrega
al cúmulo de sedimentos.
Desgarradura
de la trama última. (Luigi Amara; A pie; Almadía, pag. 63-66)