Miradas Abril 2024

Aspirar el aire libre y trivial

de las horas muertas.

 (La elongación sonriente

de los días de pinta.)

Pasos efímeros

que casi no resuenan

y que al cabo se pierden

en su eco.

Caminata insumisa

a espaldas de los puntos

que brillan en el mapa.

Ponerse en movimiento

para asistir a la transformación

constante del espacio.

Echarse a andar

en una desubicación errática. (Luigi Amara; A pie; Almadía, pag. 36-37)

Errar. Luigi Amara

Errar

Errar como válvula de escape.

Sentir cómo el pensamiento

respira nuevamente.

Cómo se recompone y cobra vuelo

contagiado por la jovialidad de los pies.

Cómo se desmelena

y le crecen las barbas

de la deambulación dadaísta.

Triztan Tzara marchando

con Kropotkin.

Ya no más una botánica del asfalto.

La irreverente explotación

de lo banal.

La desfachatez del paseo

que no persigue nada.

El pulso interrumpido

sobre el gran mapa en blanco

de la pérdida de control.

Triunfo de la inestabilidad

sobre las decisiones

De la libre flotación

sobre el itinerario.

Dinamita

en la estructura del día.

La desorientación como camino.

Los pies toman por asalto

la cabeza

y la desoyen.

Los pies al fin

en el lugar de la cabeza. (Luigi Amara; A pie; Almadía, pag. 34-35)

Perderse. Franco La Cecla

Franco La Cecla:

“Perderse significa

que entre nosotros y el espacio

no existe solamente

una relación de dominio

de control por parte del sujeto

sino también la posibilidad

de que el espacio nos domine a nosotros” (Luigi Amara; A pie; Almadía, pag. 17-18)

Dejarse ir. Luigi Amara

Dejarse ir.

Sin dirección alguna.

A merced de los altibajos

del terreno.

Sobre el plano

inclinando de la irreflexión.

Rodando

por la pendiente

como si los pies

fueran capaces de mirar.

“Mantenerse de cara

al sentido del viaje.”

Zug

zak

zug

zak

Es la reapropiación dinámica

del territorio.

Ese sistema efímero de relaciones

que cada paso inaugura

y destruye y recompone cada vez.

La vibración pasional del espacio

al cruzarlo.

La isla

que inventa el pie

al avanzar. (Luigi Amara; A pie; Almadía, pag. 27-28)

Vagar. Luigi Amara

Una vez que me encuentro vagando

me gusta ‒como a Hazlit‒

vegetar por la calle.

Hay un placer eminentemente solitario

en dejarse ir

doblar la esquina

en vez de seguir de frente

retorcer el camino

hasta hacerlo serpenteante.

Resbalar por la curvatura

de la materia.

Ser arrastrado mecido jalonado

perderme en los objetos

que salen a mi encuentro.

Oscilar

de acuerdo a las vibraciones de la calle (Luigi Amara; A pie; Almadía; pag. 22)

El paseante es siempre sospechoso. Luigi Amara

Por su temple el paseante

es siempre sospechoso.

No tiene rumbo

escruta

vuelve al mismo lugar

con pisadas de gato carterista.

Inspira desconfianza

el husmeador.

¿Qué esperarse de un hombre

sin objeto alguno?

Con qué descaro merodea

interroga

siguiéndole los pasos

a cualquiera.

“En este país se está obligado

a tener obligaciones;

no se puede ir a cualquier lugar

sino a un determinado lugar”.

Zug

zak

zug

zak.

¿Dónd estoy?

La ciudad se abre a su inanidad.

A su nada.

A la vastedad

de los lotes baldíos.

Perderse es una forma fluida

de perder el yo.

(Luigi Amara; A pie; Almadía, pag. 98-99)

Velocidad. Luigi Amara

La velocidad es un juguete

demasiado celebrado

por los futuristas.

Un temblor en el vientre.

Un erizamiento momentáneo.

La velocidad inhibe

toda actividad del espíritu.

(la insensible lobotomía

del motor.)

“El triunfo del velocímetro calma

de una manera ritual

la angustia del perseguido.”

Pero los coches emiten

sus trompetillas de sarcasmo:

la estampa cruel de Marinetti

atrapado en un embotellamiento.

Es la estética

de los hombres llevados en bandeja.

El estupor de haber llegado

sin la participación de los músculos.

Sin el ritmo mental

del balanceo.

Zug

zak

zug

zak.

Recuperar las calles

para recuperar el propio cuerpo. (Luigi Amara; A pie; Almadía, pag. 49-50)

La ciudad. Luigi Amara

La ciudad es provisional.

Un recorrido entre los recuerdos

y las ausencias.

Entre

las calles de la mente y el azar

de los acontecimientos.

Encrucijadas.

La ciudad es el trazo invisible

que uno deja.

La línea inmaterial de tinta

que apenas se despega

del suelo.

El hilo indestructible

que sólo pervive en la cabeza.

La estela que articula

y une los paisajes.

Mapa de la memoria derruida.

Francesco Careri en Walkscapes:

“La ciudad nómada

es el propio recorrido

el signo más estable

en el interior del vacío

la línea de la ciudad

es la línea sinuosa dibujada

por la serie de puntos

en movimiento.”

La urbe como una larga oración

manuscrita.

Esa línea de tinta que escribimos

sobre un papel mil veces borroneado.

La estrechez de la ciudad

que cada quien construye

con sus pasos.

El rostro insobornable

y verdadero de las trayectorias.

Aquel triángulo amnésico

entre la casa

el trabajo

y el supermercado.

La vida secreta

de los trayectos públicos.

La vida

sin ambages desde las alturas.

Terco tachón

‒sin variaciones sin escapes‒

bajo el tizne deslavado

del futuro.

La ciudad es el propio recorrido.

Es la maraña íntima.

La capa evanescente que se agrega

al cúmulo de sedimentos.

Desgarradura

de la trama última.  (Luigi Amara; A pie; Almadía, pag. 63-66)

Paisaje. Luigi Amara

El paisaje no es un anuncio

interminable que corre

frente a ti.

El paisaje es donde sucedes.

La esfera cambiante

de tu sensibilidad.

La burbuja

constantemente perforada.

No es la secuencia de la cinta

mecánica

quince minutos diarios

frente al televisor. (Luigi Amara; A pie; Almadía, pag. 47)

Miradas de Bilbo-Bilbao y sus alrededores. Abril 2021

Caminar es volver al presente.

Responder a las incitaciones

sin detenerse a su estudio.

Atravesar

la distorsión del eco de las calles.

La forma en que te oprimen

y te ensucian.

La curva

y la recurva de los pliegues

de un laberinto movedizo. (Luigi Amara; A pie; Almadía, pag. 47-48)

Andar como forma de resistencia. Luigi Amara

Andar a pie

como forma de resistencia.

Como una declaración continua

De principios.

Un largo no

en el acto de desplegarse.

Desde un vehículo en movimiento

la ciudad desaparece.

Es sólo una pista de circulación

el trámite o grisura

entre una obligación y otra.

El coche inauguró

la urbanización del aislamiento

adelgazó la realidad abarrotada

de las calles.

Emblema de la precipitación

el coche

desmanteló el paisaje

hasta volverlo una fachada.

(Lo situó en el espectro de ceguera

de la prisa.)

Pero el alma no sabe sino

viajar a pie.

En todo desplazamiento se rezaga.

Es preciso esperarla.

Que dé alcance al cuerpo

transportado. (Luigi Amara; A pie; Almadía, pag. 48-49)