La cuantificación de la experiencia humana. Evgeny Morozov

¿Terminaremos comiendo una pasta líquida que satisface todas las necesidades nutricionales pero carece de la textura, la belleza y el aroma de un plato bien preparado?… Tal vez en esto tenía que terminar la estética, con un puñado de entusiastas devotos del yo cuantificado que comparan datos para saber si son los desnudos de Picasso o los de Degas los que generan erecciones más prolongadas. La experiencia humana pasada por el tamiz de la cuantificación, queda reducida a un torrente de silenciosos y agobiantes bytes, un comentario digital permanente en nuestra interminable búsqueda de la composición genética perfecta, una calificación crediticia perfecta, una pareja perfecta para nosotros. Al igual que algunos banqueros inteligentes sucumben a la tentación funcionalista y compran miles de libros que jamás leerán para que su casa parezca “literaria” -¿pero qué tiene de “literaria” una casa en la que nunca se lee?-, nosotros haremos que se nos vea saludables o incluso artísticamente curiosos mediante alguna combinación de soluciones tecnológicas que poco atienden a los ideales de salud o el arte que pretendemos cultivar. (Evgeny Morozov; La locura del solucionismo tecnológico; Katz, pag. 286)

Tiempo y aroma. Byung-Chul Han

Donde hay aroma hay recogimiento.

El aroma es lento. Por eso no se adecúa, ni desde una perspectiva medial, a la época de las prisas. Los aromas no se pueden suceder a la misma velocidad que las imágenes ópticas. A diferencia de estas, ni siquiera se dejan acelerar. Una sociedad regida por los aromas seguramente no desarrollaría ninguna propensión al cambio y la aceleración.

[…] La época de las prisas no tiene aroma. El aroma del tiempo es una manifestación de la duración. (Byung-Chul Han; El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse; Herder, pag. 72)

El aroma del tiempo. Byung-Chul Han

Tanto el tiempo mítico como el histórico poseen una tensión narrativa. El tiempo está compuesto por un encadenamiento particular de acontecimientos. La narración da aroma al tiempo. El tiempo de puntos, en cambio, es un tiempo sin aroma. El tiempo comienza a tener aroma cuando adquiere una duración, cuando cobra una tensión narrativa o una tensión profunda, cuando gana en profundidad y amplitud, en espacio. El tiempo pierde el aroma cuando se despoja de cualquier estructura de sentido, de profundidad, cuando se atomiza o se aplana, se enflaquece o se acorta. Si se desprende totalmente del anclaje que le hace de sostén y de guía, queda abandonado. En cuanto pierde su soporte se precipita. La aceleración de la que tanto se habla hoy en día no es un proceso primario que acaba comportando distintos cambios en el mundo de la vida, sino un síntoma, un proceso secundario, es decir, una consecuencia de un tiempo que se ha quedado sin sostén, atomizado, sin ningún tipo de gravitación que lo rija. El tiempo se precipita, se agolpa para equilibrar una falta de Ser esencial, aunque no lo consigue porque la aceleración por sí misma no proporciona ningún sostén. Solo hace que la falta de Ser resulte incluso más penetrante. (Byung-Chul Han; El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse; Herder, pag. 38)