Embalse de Ordunte

Va a resultar que andar es esto: alternar soledad y sociedad, el silencio de cuando camina uno solo y las risas de los compañeros de jornada, a los que siempre hay que acabar diciendo adiós. (Víctor Colden; Mañana me voy. Diario de una caminata por el norte de Soria; Abada Editores 2023; 26)

Este texto de V.C. refleja bastante fielmente el andar de los paseantes de los martes. Nosotros no nos decimos adiós, sino hasta el martes que viene y mientras tanto seguimos…

Ayer los paseantes de los martes tuvimos suerte con el tiempo. El cielo nos respetó justo hasta llegar al coche que es cuando empezaron a dejarse ver unas tímidas gotas.

Paseo tranquilo y circular por el embalse de Ordunte que estaba a rebosar.

Tiempo para el café en el Urtegi en Ribota de Mena, o de Ordunte, donde alguno de los presentes había celebrado los 60 años.

La primavera va entrando, el embalse está a tope y los verdes van aumentando su gama.

Pena que M.J. no haya podido venir a última hora. Volveremos.

Markina – Deba

De Bizkaia a Gipuzkoa…

A la contra de El Camino de la Costa o del norte que te dirá que es de Deba a Markina.

Saludando a los peregrinos y caminantes que vienen haciendo esta parte del camino.

La peregrinación es uno de los modos fundamentales del caminar. […] La peregrinación es uno de los marcos fundamentales que puede adoptar un viaje ‒la expedición en busca de algo, aunque solo sea la propia transformación, el viaje hacia una meta‒ y, para los peregrinos, caminar es trabajar. (Rebecca Solnit; Wanderlust. Una historia del camninar; Capitán Swing; 78-79)

Mientras ellos van… yo vengo o también voy, vaya usted a saber. Pero en el camino, el mío, disfruto de los pequeños valles por los que voy volando

de antiguos caseríos habitados o abandonados,

del paisaje y camino verde y roca

del sol que me acompaña y de la niebla que me recibe al llegar

y… siempre hay alguien inesperado que se puede cruzar en el camino.

Ha sido una bonita mañana.

Hayas

Madrugar. Coger a las 6:45 el autobús que me lleva a Otxandio.

Llegar con las primeras luces para disfrutar hoy durante tres horas del paseo entre las hayas.

Pasear en silencio, sin cruzarme con nadie. Me llama un amigo. Me dice mientras hablamos: voy escuchando tu pisar sobre las hojas. Contraste de ocres y verdes.

Caminos nuevos por los que no había ido. Sentir y ver la diferencia. No hay dos iguales. Caprichos de la naturaleza y de la poda del hombre. Diversidad no uniforme.

La cima hayada en el hayedo. La casa del bosque. Azul en el cielo, verde en los árboles, ocre en la tierra.

Pero era en el bosque donde se daba cuenta de la importancia de su ser, donde respiraba el aire de la tierra, donde sentía que formaba parte de la energía del universo.

Con los años había alimentado la esperanza de poder morir allí algún día, como un animal, sin lamentos ni rostros desconsolados, solo el silencio de la floresta despidiéndose de una de sus criaturas, que se marchaba para reunirse con los manes del castor, de la comadreja, del visón, del zorro y del lince, sus verdaderos compañeros. (Jocelyne Saucier; Y llovieron pájaros; minúscula, pag. 41)

Miradas. Febrero 2024

Conforta saber que hay otras personas a las que les gusta caminar, aunque no tenga la menor idea de quiénes son. Ni de quiénes son ni de a dónde se dirigen, qué irán pensando, por qué caminan ni qué les duele. Somos viajeros ociosos y solitarios. Vamos de un lado a otro buscando menudencias: una puesta de sol, un muro derruido, la buena compañía de un topónimo. Buscando hablar un rato con nosotros mismos, preguntarnos: «¿Qué es de tu vida?» y tomarnos unos segundos para responder, mirándonos a los ojos como en un espejo. (Víctor Colden; Mañana me voy. Diario de una caminata por el norte de Soria; Abada Editores 2023; 92)

La hermandad de los caminantes.

Con cariño para los Caminantes (paseantes) de los martes y de todas aquellas personas con las que nos vamos cruzando.

Quienes pertenecen a la hermandad de los caminantes no viajan en busca de lo pintoresco, sino de ciertos humores alegres: de la esperanza y el espíritu con que la marcha comienza por la mañana, y la paz y la plenitud espiritual del descanso nocturno. (Robert Louis Stevenson en Víctor Colden; Mañana me voy. Diario de una caminata por el norte de Soria; Abada Editores 2023; 16)

El entorno de Santikurutz y Orisol para empezar febrero con buen pie

Un bosque se compone de una imbricación infinita de seres vivos que se mezclan, se entrelazan de tal modo que actuar sobre uno implica de forma obligatoria actuar sobre el conjunto. Las investigaciones más recientes en materia de biología y botánica revelan que los árboles no pueden concebirse como individuos aislados, sino sólo en los vínculos que mantienen tanto entre ellos como con sus espacios de vida, el aire, el agua, la tierra, los animales. (Jean-Baptiste Vidalou; Ser bosques. Emboscarse, habitar y resistir en los territorios en lucha; errata naturae, pag. 95-96)

Parto desde Otsandio a las 7:55 tras llegar en Bizkaibus acompañado de una niebla que moja.

Acercándome a Oleta paso por los primeros hayedos casi durmientes

y por la Iglesia de la Inmaculada Concepción

Pasado Oleta y antes de llegar al Guardetxe una pista a derecha marca el inicio de la subida y del regalo que ha sido la mañana bañada de verdes,

marrones,

grises.

Musgo, hojas, rocas, hayas, bosque y agua

tamizados en todo el caminar por la niebla que iba variando de intensidad.

Tiempo, también, para acercarme y subir a Santikurutz y Orisol

y, sobre todo, para contemplar.

Mañana de tipi-tapa…

A menudo la montaña se entrega por completo cuando no tengo destino alguno, cuando no llego a ningún sitio en concreto, sino que he salido simplemente para estar con ella, igual que se visita a un amigo sin más intención que la de estar con él. (Nan Sheperd; La montaña viva; errata naturae, pag. 68-69)

Empezar a caminar cuando sólo la luna ilumina junto a algunos frontales ocasionales de otros caminantes que madrugan.

Ver los primeros rayos de sol creando sombras allá a lo lejos…

y luego ya al cabo de un rato ir caminando en un suave sube y baja por Biderdi,

Ganekogorta

Arrabatxu

Pagero, donde algún gracioso ha hecho desaparecer el buzón.

y aterrizar en La Cuadra.

Poca gente. Sol, soledad en el andar, verdes intensos

y embotellamiento de vacas.

Al fondo, ya bajando, un pájaro carpintero trabajando mientras otros disfrutamos.

Encontrar lo que no andas buscando. Rebecca Solnit

Lo aleatorio, lo inédito, te permite encontrar lo que no sabes que andas buscando y no se puede decir que conoces de verdad un lugar hasta que no te sorprende. Caminar es una manera de mantener un bastión contra esa erosión de la mente, el cuerpo, el paisaje y la ciudad, y cada caminante es un guardia que patrulla para proteger lo inefable. (Rebecca Solnit; Wanderlust. Una historia del caminar; Capitán Swing, pag. 31)

La historia de los senderos es nuestra historia. Torbjørn Ekelund

El sendero y el paisaje están unidos de manera irrevocable. Lo mismo ocurre con los seres humanos. Nos comprendemos a nosotros mismos en la relación que guardamos con el paisaje en el que nacemos. Más que cualquier otra cosa, este constituye el marco de nuestra existencia. Cuando caminamos por un paisaje, hacemos algo que percibimos como profundamente significativo. Nos desplazamos como se supone que debemos hacerlo. El ritmo nos permite mirar a nuestro alrededor, absorber el mundo, contemplar cómo se transforma lentamente, escuchar sonidos, percibir olores, sentir el viento, el sol y la lluvia en el rostro y el suelo bajo nuestros pies, que se transforma a medida que caminamos.

Los caminos son los relatos de los caminantes. Tienen un principio, una mitad y un final. Apuntan hacia delante, hacia la meta del trayecto, pero también señalan hacia atrás, a todos los que los han recorrido antes que nosotros y a los que imprimieron sus primeras huellas. La historia de los senderos es nuestra historia. (Torbjørn Ekelund; Senderos. El deseo de viajar a pie; Volcano, pag. 21)

Errar. Akira Mizubayashi

Errar es, según el Trésor de la langue française, «ir de un sitio a otro sin rumbo ni dirección precisa». Me entran deseos de modificar ligeramente su definición. Errar es, más bien, «ir solo, preferiblemente a pie, de un lado a otro, sin rumbo ni dirección precisa». Errar implica en efecto la idea de soledad. Uno decide marcharse de un lugar sin rumbo fijo para estar solo. Pero no hay caminante que pueda renunciar para siempre y de manera definitiva a la idea de un destino o un camino determinados. Andar es hacerlo necesariamente hacia un lugar −aceptable según el término de Raymond Depardon− que, tarde o temprano se apoderará de nuestra mente. Nuestro Yojimbo, una vez que toma nota de la dirección marcada por la rama lanzada al azar, en efecto se pone a andar con paso firme y seguro a través de la vastedad del campo desierto. (Akira Mizubayashi; Breve elogio de la errancia; Gallo Nero, pag. 24-25)

El domicilio del caminante. David Le Breton

El caminante no elige domicilio en el espacio, sino en el tiempo: el alto de media tarde, el reposo de la noche, las horas de comer, inscriben en el tiempo una residencia que se renueva cada día. El caminante es quien se toma su tiempo y no deja que el tiempo lo tome a él. (David Le Breton; Elogio del caminar; Siruela, pag. 36)