Este incidente hizo que El Hombre se replanteara su necesidad de servir de ayuda. De pronto comprendió que había comenzado a interferir demasiado en la vida de Ala Rota, y que tenía que pensar con más detenimiento lo que significaba prestar ayuda y en cómo dejar de meter las narices y sus raquetas en los asuntos de Ala Rota, que mantenía su propia independiente y personal lucha por sobrevivir.
[…] Esa tarde, mientras El Hombre y sus raquetas se dirigían a la casa, volvió a hablar en voz alta para sí mismo: «Esto de ayudar y, a la vez, no interferir en su camino, es un asunto delicado. No es tan sencillo» (David Budbill; El Hombre que Vive Solo en las Montañas; La esfera de los libros, pag. 64 y 67)