Cartografía y colonización. Jean-Baptiste Vidalou

La cartografía, desde su origen imperial se concibió como una herramienta de colonización, un mecanismo de escritura del relato de una conquista en el que el civilizado se apropia de territorios de los que se dice que están «vacíos» pero de los que se trata siempre, en realidad, de «vaciar», pues están habitados. El otro individuo y el otro lugar no existen más que para ser denigrados, domesticados, borrados. A través de esta cartografía de colonización, como bien dice Bertrand  Westphal, el autóctono queda «representado bajo una luz caricaturesca: la alegoría antropológica parecía consagrada a un reto político inmediato, a saber, debilitar al objeto, minimizar su diámetro. El Otro se disolvía en el bestiario que el cartógrafo atribuía a los lugares, se reproducía de manera fantasiosa […]. Antes de la conquista, el entorno del habitante de esos lugares aún era amorfo. Corresponde al colonizador, figura casi divina, dar forma al espacio». (Jean-Baptiste Vidalou; Ser bosques. Emboscarse, habitar y resistir en los territorios en lucha; errata naturae, pag. 39-40)

Cuestionar algunos modelos de política cultural. Pierre Sansot

… Estas observaciones nos cuestionan toda forma de política cultural. Nos incitan a ser menos optimistas y nos dan a entender que hacemos mal en dirigir excesivamente nuestros proyectores sobre ciertos fenómenos espectaculares, en medir los progresos de la cultura por el número de los que, supuestamente, acceden a ella, en trabajar con prisa, con precipitación, en abarrotar los programas, en ceder al encarnizamiento que hemos puesto en explotar la tierra, en multiplicar los festivales, y no en mostrarnos más modestos, en pactar con las lentitudes del tiempo social y la diversidad de los trayectos individuales y en reconocer la importancia del silencio, de la soledad y del retiro. Explotar los recursos infinitos de la humanidad, de un modo cuantitativo y cualitativo, acorralar las zonas de sombra, los barbechos, valorar cada año el rendimiento esperado, montar observatorios culturales para dominar el conjunto del paisaje cultural y enviar un comando allí donde se sospeche alguna desidia (incluso alguna traición) por parte de los ingenieros-animadores y alguna indiferencia por parte de la población, ¿no nos recuerda esto nuestro esfuerzo gigantesco por colonizar los océanos, los continentes, por construir puentes, autopistas, por aumentar el rendimiento del maíz, de los pollos, por empujar suavemente a la jubilación a los últimos campesinos en un movimiento cuya necesidad se les escapa? (Pierre Sansot; Del buen uso de la lentitud; Tusquets, pag. 143-144)