La calle. Matthew Beaumont

«La calle, con sus cuidados y sus miradas, era mi verdadero elemento», declara Breton, «allí podía probar, como en ningún otro lugar, los vientos de la posibilidad». La calle, lugar de las gestiones más rutinarias, como hacer la compra, es también un laboratorio social en el que se pueden poner a prueba todo tipo de potencialidades utópicas. La calle es el reino de lo trivial; pero, como sugiere el origen etimológico de esta palabra en inglés, que proviene del vocablo en latín para el lugar en el que confluyen tres caminos, normalmente en los volátiles márgenes de la ciudad, donde se congregan y circulan inmigrantes de todo tipo, es también un lugar de experimentación social dinámica. Es un punto de intersección, cruzado por pies inquietos, repleto de posibilidades creativas para la vida colectiva. (Matthew Beaumont; El caminante. Encontrarse y perderse en la ciudad moderna; Alianza, pag. 15-16)