Los mapas del mundo. Ryszard Kapuściński

Cada individuo tiene su propio mapa del mundo. El del niño no se parece al del adulto. El del tibetano que jamás ha abandonado su montaña nada tiene que ver con el de un habitante de Manhattan, encerrado en los desfiladeros de su ciudad. De ahí la dificultad de comprensión mutua. Al hablar del mundo cada cual tiene su propio mapa, su propia visión, su propia imagen. (Ryszard Kapuściński; El mundo de hoy; Anagrama, pag. 103-104)

Relatividad del tiempo. Ryszard Kapuściński

Teoría de la relatividad del tiempo. El tiempo transcurre a velocidades diferentes dependiendo del lugar del globo terrestre, del punto preciso en que nos encontremos, de la cultura. El hecho de que años ha existieran distintas medidas del tiempo demuestra que la gente sabía diferenciarlas adecuándolas a las condiciones de la vida y de la geografía local. El que haya vivido en el desierto con tribus nómadas o entre los indios de la Amazonia sabe cómo nuestro reloj pierde allí sentido y toda razón de ser. Se convierte en un mecanismo inútil en una abstracción ajena a la vida. (Ryszard Kapuściński; El mundo de hoy; Anagrama, pag. 162)

Pobreza. Ryszard Kapuściński

El verdadero problema del Tercer Mundo -¡de todo el mundo!- no es otro que la pobreza. Así de sencillo. Las tres cuartas partes de la humanidad viven en la pobreza. Y como al mundo occidental no le gusta tocar problemas que la humanidad se muestra incapaz de solucionar (y el de la pobreza generalizada es uno de ellos), los aparta de su punto de mira. (Ryszard Kapuściński; El mundo de hoy; Anagrama, pag. 154)

La pobreza es una subcultura. El pobre no sólo es aquel que no tiene suficiente comida y ropa. Es alguien que vive en condiciones miserables, rodeado de otros pobres y en un medio de pobreza generalizada del que no se ve salida alguna. No sólo vive, sino que también piensa de una manera diferente. En su momento, Orwell se sometió a sí mismo a un experimento consistente en descubrir cómo cambiaba la psicología del hombre hambriento. Se alojó en refugios para los «sin techo», pasó hambre y observó qué ocurría con su cuerpo y mente cuando no tenía nada de dinero ni nada para comer. Y él, hombre de letras y de inteligencia brillante (y extraordinario reportero), descubrió que la persona con el estómago vacío empieza a pensar en lapsos de tiempo cada vez más cortos. No se plantea qué ocurrirá al día siguiente, sino qué podrá meterse en la boca ya, al instante. La persona hambrienta es incapaz de pensar en términos abstractos, los únicos que permiten emprender intentos de salir de una situación desesperada. Así que es la propia pobreza la que condena al hombre a perpetuarse en ella; nunca saldrá de su condición sin una ayuda, un apoyo, un impulso que reciba desde el exterior. (Ryszard Kapuściński; El mundo de hoy; Anagrama, pag. 111)

Guerra. Ryszard Kapuściński

La guerra no empieza nunca con el primer tiro. La guerra empieza con el cambio de lenguaje. La Segunda Guerra Mundial no empezó con el ataque a Polonia. Empezó con el lenguaje. Lo mismo ocurrió en los Balcanes. De pronto aparecen palabras como luchar, liquidar, enemigo, matar, aplastar. Es el lenguaje de la agresión y la arrogancia. Lo vemos en los medios y lo vemos en los discursos políticos, en las discusiones públicas y privadas. Y así se prepara el ambiente, se caldea la atmósfera para cuando empiezan los tiros. (Ryszard Kapuściński; El mundo de hoy; Anagrama, pag. 121)

La guerra. Ryszard Kapuściński

La guerra es un desastre. Siempre. El pensamiento que defiende la guerra como una solución no tiene en cuenta los cambios ocurridos en el mundo en el siglo XX. Yo he sido cronista del mundo que surgió del colonialismo, del llamado Tercer Mundo, del fortalecimiento de culturas no europeas, y recuerdo cuando África o Asia tenía todavía un gran complejo de inferioridad frente a Occidente, una tremenda humildad. ¡Ahora las cosas han cambiado! Cuando viajas por el mundo descubres numerosas civilizaciones orgullosas de su identidad, el islam, el hinduismo, los indígenas latinoamericanos, los chinos. Todos ellos están dispuestos a defender su identidad, a subrayar sus propios valores. Piden un lugar en la gran mesa del mundo a la que también pertenecen.

La guerra -sea de la naturaleza que sea- siempre es una tragedia, un terrible fracaso de la humanidad. Ya no sólo por lo obvio -muerte y destrucción-, sino también por sus consecuencias, que se prolongan ad infinitum: deformaciones de todo tipo, mutilaciones, maneras de pensar paranoicas… Y el odio. Soy de la opinión de que toda guerra es absurda, salvo, acaso, la guerra defensiva. He visto tantas cosas terribles que me opongo por principios a la guerra. En la guerra nunca hay vencidos ni vencedores. En la guerra pierden todos. La guerra es la prueba de la debilidad que existe en el hombre y en la sociedad. (Ryszard Kapuściński; El mundo de hoy; Anagrama, pag. 49-50)

Me identifico con los «humillados y ofendidos». Ryszard Kapuściński

Me identifico con los «humillados y ofendidos», entre ellos me encuentro a mí mismo. Y deseo que mi voz sirva para hablar de sus intereses. Es que siempre olvidamos que vivimos en un mundo de gente hambrienta, descalza, enferma, sin perspectiva alguna. Europa, Estados Unidos y un corto etcétera no son más que islotes de relativo bienestar. A mí en cambio me interesa ese mundo que tiene vetado el acceso a la mesa puesta y llena de manjares. Lo tiene vetado ahora y lo seguirá teniendo en el futuro. La vida de esta gente, su pobreza, su humillación y su frustración es lo que me llega más hondo. (Ryszard Kapuściński; El mundo de hoy; Anagrama, pag. 84-85)

Estereotipos. Ryszard Kapuściński

El estereotipo, justamente porque no es fruto de conocimientos sino de emociones, es muy peligroso. Nos imposibilita toda tentativa de llegar al otro, de comprender sus razones; por eso es un mal, muy extendido además. No paro de toparme con él, siendo como es mi trabajo intercultural, y percibo mi misión de escritor -si se me permite usar esta expresión- como un intento de vencer los estereotipos, de abrir un camino para poder acabar con ellos. Mucho me temo, sin embargo, que todo lo que nos rodea, en especial los medios de comunicación, actúa y avanza en dirección contraria: hace lo posible por fijarlos. (Ryszard Kapuściński; El mundo de hoy; Anagrama, pag. 54)

Nuestro conocimiento mutuo sigue siendo nulo. Ryszard Kapuściński

Dependiendo desde qué lugar de la Tierra se mira, el mundo tiene un aspecto diferente y se comprende de manera diferente. Si no partimos de esta simple verdad, nos resultará difícil comprender el comportamiento de otros, los motivos y los objetivos que los llevan a comportarse de ésta y no de otra manera, Y la verdad es que, a pesar de todos los progresos en materia de comunicación, nuestro conocimiento mutuo -contrariamente a los mitos que corren- sigue siendo superficial, cuando no nulo. Hoy sabemos que sería difícil encontrar una metáfora más falsa que la macluhaniana «aldea global». Pues en su esencia aldea significa proximidad -física, familiar y emocional-, calor humano e intimidad, copresencia y convivencia, compasión y comunión. No, no vivimos en una aldea global, sino en una metrópoli global, o más bien en una estación de ferrocarril o de metro global por la que pasa el enjambre de la «multitud solitaria» de David Riesman, formada por personas ajetreadas y con los nervios destrozados que, indiferentes unas hacia otras, no desean una aproximación ni un acercamiento mutuo. A decir verdad, parece que cuanta más electrónica tenemos, tanto menor es el trato y el contacto humano. (Ryszard Kapuściński; El mundo de hoy; Anagrama, pag. 103)