La búsqueda del lugar aceptable es la columna vertebral de la errancia. (Raymond Depardon en Akira Mizubayashi; Breve elogio de la errancia; Gallo Nero, pag. 11)
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Errar. Luigi Amara
Errar
Errar como válvula de escape.
Sentir cómo el pensamiento
respira nuevamente.
Cómo se recompone y cobra vuelo
contagiado por la jovialidad de los pies.
Cómo se desmelena
y le crecen las barbas
de la deambulación dadaísta.
Triztan Tzara marchando
con Kropotkin.
Ya no más una botánica del asfalto.
La irreverente explotación
de lo banal.
La desfachatez del paseo
que no persigue nada.
El pulso interrumpido
sobre el gran mapa en blanco
de la pérdida de control.
Triunfo de la inestabilidad
sobre las decisiones
De la libre flotación
sobre el itinerario.
Dinamita
en la estructura del día.
La desorientación como camino.
Los pies toman por asalto
la cabeza
y la desoyen.
Los pies al fin
en el lugar de la cabeza. (Luigi Amara; A pie; Almadía, pag. 34-35)
Errar. Akira Mizubayashi
Errar es, según el Trésor de la langue française, «ir de un sitio a otro sin rumbo ni dirección precisa». Me entran deseos de modificar ligeramente su definición. Errar es, más bien, «ir solo, preferiblemente a pie, de un lado a otro, sin rumbo ni dirección precisa». Errar implica en efecto la idea de soledad. Uno decide marcharse de un lugar sin rumbo fijo para estar solo. Pero no hay caminante que pueda renunciar para siempre y de manera definitiva a la idea de un destino o un camino determinados. Andar es hacerlo necesariamente hacia un lugar −aceptable según el término de Raymond Depardon− que, tarde o temprano se apoderará de nuestra mente. Nuestro Yojimbo, una vez que toma nota de la dirección marcada por la rama lanzada al azar, en efecto se pone a andar con paso firme y seguro a través de la vastedad del campo desierto. (Akira Mizubayashi; Breve elogio de la errancia; Gallo Nero, pag. 24-25)
Aprender del vuelo de la libélula. Christian Thorel
Lo nuevo se mide por lo viejo y siempre hay nuevas lecturas, nuevos deseos, un nuevo hallazgo. Para sentirse conmovido en ámbitos tan distintos hay que aprender del vuelo de la libélula. Me gustaría que ese vuelo sea tan errático y libre como sea posible, aunque también aprendo a señalar en el mapa los territorios sobrevolados. (Christian Thorel; Tocar, dudar, hojear. La librería Ombres Blanches; Trama editorial, pag. 27)