Errar. Luigi Amara

Errar

Errar como válvula de escape.

Sentir cómo el pensamiento

respira nuevamente.

Cómo se recompone y cobra vuelo

contagiado por la jovialidad de los pies.

Cómo se desmelena

y le crecen las barbas

de la deambulación dadaísta.

Triztan Tzara marchando

con Kropotkin.

Ya no más una botánica del asfalto.

La irreverente explotación

de lo banal.

La desfachatez del paseo

que no persigue nada.

El pulso interrumpido

sobre el gran mapa en blanco

de la pérdida de control.

Triunfo de la inestabilidad

sobre las decisiones

De la libre flotación

sobre el itinerario.

Dinamita

en la estructura del día.

La desorientación como camino.

Los pies toman por asalto

la cabeza

y la desoyen.

Los pies al fin

en el lugar de la cabeza. (Luigi Amara; A pie; Almadía, pag. 34-35)

Errar. Akira Mizubayashi

Errar es, según el Trésor de la langue française, «ir de un sitio a otro sin rumbo ni dirección precisa». Me entran deseos de modificar ligeramente su definición. Errar es, más bien, «ir solo, preferiblemente a pie, de un lado a otro, sin rumbo ni dirección precisa». Errar implica en efecto la idea de soledad. Uno decide marcharse de un lugar sin rumbo fijo para estar solo. Pero no hay caminante que pueda renunciar para siempre y de manera definitiva a la idea de un destino o un camino determinados. Andar es hacerlo necesariamente hacia un lugar −aceptable según el término de Raymond Depardon− que, tarde o temprano se apoderará de nuestra mente. Nuestro Yojimbo, una vez que toma nota de la dirección marcada por la rama lanzada al azar, en efecto se pone a andar con paso firme y seguro a través de la vastedad del campo desierto. (Akira Mizubayashi; Breve elogio de la errancia; Gallo Nero, pag. 24-25)

Aprender del vuelo de la libélula. Christian Thorel

Lo nuevo se mide por lo viejo y siempre hay nuevas lecturas, nuevos deseos, un nuevo hallazgo. Para sentirse conmovido en ámbitos tan distintos hay que aprender del vuelo de la libélula. Me gustaría que ese vuelo sea tan errático y libre como sea posible, aunque también aprendo a señalar en el mapa los territorios sobrevolados. (Christian Thorel; Tocar, dudar, hojear. La librería Ombres Blanches; Trama editorial, pag. 27)