Flysch de Zumaia

Nadie habita ya un «islote de naturaleza virgen», ni siquiera quienes viven en el corazón de un parque nacional. Nos atraviesa siempre un sinfín de flujos energéticos, de sistemas económicos y de infraestructuras de comunicación de los que no podríamos asegurar, sin mentirnos, dónde empiezan y dónde terminan. (Jean-Baptiste Vidalou; Ser bosques. Emboscarse, habitar y resistir en los territorios en lucha; errata naturae, pag. 148)

Ayer, los paseantes de los martes nos desplazamos a Zumaia para conocer y disfrutar de una visita al flysch perteneciente al Geoparke y que organizan desde la Oficina de Turismo de Zumaia .


Va por delante el agradecimiento a Violeta que nos ha guiado y nos ha hecho disfrutar de la visita y entender un poquito más a ese libro de piedra que despliega ante nosotros la vida de 60 millones de años.


Penita que M. J. no nos haya podido acompañar a última hora. La vida a veces es caprichosa.


El tiempo nos ha respetado y nos ha permitido además desplegar nuestras viandas en la agradable zona de mesas del barrio de Elgorriaga.


Un día redondo.

Tiempo profundo. Robert Macfarlane

La geología propone retos explícitos a nuestra comprensión del tiempo, hace temblar nuestro concepto del aquí y ahora. La vivencia imaginaria de lo que el escritor John McPhee llamó memorablemente «tiempo profundo» ‒la idea de que el tiempo no se subdividía en días, horas, minutos y segundos, sino en millones o en miles de millones de años‒ aplasta el instante humano, lo reduce a una oblea. Al considerar las inmensidades del tiempo profundo, afrontamos de una forma exquisita a la par que espantosa el derrumbe total del presente, comprimido hasta la nada por la presión de pasados cuya dimensión somos incapaces de concebir. Es un espanto tan físico como cerebral, porque reconocer que la dura piedra de una montaña es vulnerable al desgaste del tiempo supone, necesariamente, reflexionar sobre la fugacidad atroz del cuerpo humano.

Pese a todo, la contemplación del tiempo profundo tiene además un elemento curiosamente estimulante. Uno comprende que no es más que un destello en los proyectos más grandes del universo, cierto. Pero también compensa saber que uno existe; por insólito que parezca, uno existe. (Robert Macfarlane; Las montañas de la mente; Random House, pag. 55-56)