Él me mira, entre el asombro y el llanto, y me devuelve una sonrisa dulce y rota que me atraviesa.
Las palabras no hacen falta, nos miramos como nunca se han mirado dos personas en el mundo. Como nunca se volverán a mirar. El momento nos consume. La gratitud de habernos elegido, de habernos encontrado, de ser los mejores amigos. La certeza de que mientras estuvimos juntos jamás estuvimos solos. El asombro de ser felices por un instante, porque existimos. Y, al final, el dolor de dejarnos ir, de saber que «aunque el amor nos une, nos separa la vida». (Gabriela Consuegra; Ha pasado un minuto y queda una vida; Temas de hoy, pag. 151)