Los hombres rápidos. Lamberto Maffei

El éxito evolutivo de los hombres rápidos traería la desaparición de todos los actos considerados inútiles como la contemplación, la poesía y la conversación por el placer de charlar, y traería también un arte nuevo, el de la rapidez, donde la poesía sería un tweet y la pintura una pincelada. (Lamberto Maffei; Alabanza de la lentitud; Alianza 2018; 91)

Paciencia. Lamberto Maffei

Escribía Giacomo Leopardi en su Zibaldone, («Maremágnum de pensamientos») que «la paciencia es la más heroica de las virtudes precisamente porque no tiene la menor apariencia de heroicidad».

El ritmo de la vida moderna y el pensamiento rápido carecen por naturaleza de paciencia, una cualidad gracias a la cual sabemos esperar antes de juzgar y de actuar, que se contrapone a esa decisión rápida del hacer que parece aterrorizada por el tiempo que se escapa, olvidando que ese tiempo tiene un transcurso independiente de nosotros. (Lamberto Maffei; Alabanza de la lentitud; Alianza 2018; 69)

Eficiencia. Judy Wajcman

La inventiva tecnológica se asocia al hecho de hacernos más eficientes en el sentido de economizar el tiempo.

Esta filosofía instrumental de maximizar la eficiencia está en la raíz de la ingeniería. Según esta lógica, la automatización es la solución perfecta puesto que la «interferencia» humana es una fuente potencial de errores y debería eliminarse. Los últimos sistemas, los más rápidos y automatizados, aparecen objetivamente como los mejores, en lugar de ser producto coagulado de determinadas opciones historias, ideas, instrumentos técnicos y materiales concretos.

… La velocidad del motor de búsqueda de Google nos fascina hasta tal punto que raras veces reflexionamos sobre el hecho de que favorece unos contenidos sobre otros. (Judy Wajcman; Esclavos del tiempo. Vidas aceleradas en la era del capitalismo digital; Paidós, pag. 250)

El ritmo de la vida. May Sarton

Lo cierto es que la niña observa las cosas, y creo que puedo escribir algo que la anime, pero resulta inquietante ver cuánta gente espera el aplauso, el reconocimiento, cuando ni siquiera ha empezado a aprender un arte o una destreza. El éxito inmediato está a la orden del día: «¡Lo quiero ahora mismo!». Me pregunto si todo ello no formará parte de la corrupción a la que nos someten las máquinas. Las máquinas hacen las cosas muy rápido, fuera del ritmo natural de la vida, y nos indignamos cada vez que el coche no arranca a la primera. De modo que las pocas cosas que hacemos aún, como cocinar ‒aunque… ¡ahora venden esas cosas embasadas!‒, tejer, cuidar del jardín o cualquier otra cosa donde no caben las prisas, poseen un valor muy especial. (May Sarton; Diario de una soledad; Gallo Nero, pag. 16)