Hechos

Así que acabé dejando de hablar. Lo que cuenta no son las palabras, sino los hechos; así que, bien mirado, ¿para qué hablar? (Bernhard Schlink; El lector; Anagrama 2009; 164)

Por aquel entonces se habían publicado las memorias de Churchill sobre la guerra, y al final del primer volumen leí esta frase: «Los hechos valen más que los sueños». (Sándor Márai; Lo que no quise decir; Salamandra 2016; 10)

Herencia. Kim Thúy

Mis padres nos recuerdan a menudo, a mis hermanos y a mí, que no tendrán dinero que dejarnos en herencia, pero creo que ya nos han legado la riqueza de su memoria, que nos permite captar la belleza de un racimo de glicinias, la fragilidad de una palabra, la fuerza de la admiración. Más aún, nos ofrecieron pies para caminar hasta nuestros sueños, hasta el infinito. Tal vez nos baste esto como equipaje para proseguir por nosotros mismos nuestro camino. De lo contrario, lastraríamos inútilmente el trayecto con pertenencias que transportar, que cuidar, que mantener.

Un proverbio vietnamita dice: «Sólo quienes llevan el pelo largo tienen miedo, pues nadie puede tirar del pelo a quien no lo tiene». Por eso intento en lo posible adquirir solo cosas que no superen los límites de mi cuerpo. (Kim Thúy; Ru; Periférica, pag. 65-66)

Las cosas no se nos ocurren. Alba Donati

Las cosas no se nos ocurren, las cosas se incuban, fermentan, ocupan nuestras fantasías mientras dormimos. Las cosas avanzan por su cuenta, recorren un camino paralelo en algún lugar de nuestro interior del que no tenemos ni el más remoto conocimiento y, en un momento determinado, llaman a la puerta: aquí estamos, somos tus ideas y queremos que nos escuches. (Alba Donati; La librería en la colina; Lumen, pag. 13-14)

Siempre deprisa. Henning Mankell

Tu vida ha sido una pura urgencia, siempre deprisa. Y nunca he comprendido por qué. De todos modos, uno nunca tiene tiempo de hacer más que una mínima parte de lo que desearía. Las vidas largas también resultan cortas. La gente de noventa puede soñar con la misma impaciencia que un adolescente. (Henning Mankell; El cerebro de Kennedy; Tusquets, pag. 303)

La vida es un volver. Marina Garcés

La muerte no se puede prever y la vida es un volver. Volver a despertarse, volver a dar un beso a una hija, volver a poner en escena El rey Lear o volver a dudar de si somos, lo que algún día habíamos soñado ser. (Marina Garcés; Malas compañías; Galaxia Gutenberg, pag. 133)

Pena. Marilynne Robinson

No dudo de que sea cierto. Nuestro sueño de vida terminará como acaban los sueños, abrupta y completamente, cuando sale el sol, cuando llega la luz. Y pensaremos, todo ese miedo y esa congoja eran por nada. Pero eso no puede ser cierto. No creo que olvidemos todas nuestras penas por completo. Significaría olvidar que hemos vivido, humanamente hablando. Pienso que la pena es un componente esencial de la vida humana. (Marilynne Robinson; Gilead; Galaxia Gutenberg, pag. 116)

Los sueños soñados despiertos. Ernst Bloch

La vida de todos los hombres se halla cruzada por sueños soñados despiertos… No hay hombre que viva sin soñar despierto; de lo que se trata es de conocer cada vez más estos sueños, a fin de mantenerlos así dirigidos a su diana eficazmente… Pensar significa traspasar… El verdadero traspaso no está dirigido al mero espacio vacío de un algo ante nosotros, llevado solo por la fantasía, dibujado solo de modo abstracto; sino que concibe lo nuevo como algo que está en mediación en lo existente… Lo nuevo bueno no es nunca tan totalmente nuevo. (Ernst Bloch, El principio esperanza, tomo I; Aguilar, 1977, pp. XI, XII y XVI)

Sueños. Maria Campbell

Siento una compasión y una comprensión inmensa por cualquier ser humano atrapado en una situación en que la salida es evidente para los demás salvo para él mismo. Los sueños son muy importantes, pero si se persiguen ciegamente pueden llevar a la desintegración del alma. (Maria Campbell; Mestiza; Tránsito editorial, pag. 182)

El drama del expatriado. Theodor Kallifatides

El olvido es parte de la vida.

A mi lado, Gunilla escribía sus postales.

Me acordaba de las niñas del barrio. De las niñas y de sus nombres. Las tres Marías, Elpida, Elefreritsa, Ismini. Vivían en mi interior, en un prado propio, como flores vivaces.

¿Dónde estarían en ese momento todas esas personas? ¿Qué harían? ¿Serían felices? ¿Quiénes seguirían vivos y quiénes no? Me gustaría encontrarlos a todos de nuevo, pero ¿cómo?

También la plaza había cambiado. Los cafés de entonces se habían vuelto cafeterías. La fonda había cerrado hacía ya mucho. El peluquero con su bigotito bien recortado había muerto. Siempre que estaba yo en Atenas iba a cortarme el pelo con él, única y exclusivamente para verlo coger la tijera como si fuera un instrumento musical. Yo quería que todo siguiera siendo como antes. Ese es uno de los dramas del expatriado. Sueña con volver a lo que dejó. Pero eso ya no existe más que en su empañada memoria. (Theodor Kallifatides; Otra vida por vivir; Galaxia Gutenberg, pag. 116)

Ilusiones y sueños. Robert Seethaler

Como todos los seres humanos a lo largo de su vida había abrigado en su interior ilusiones y sueños. Algunos los había cumplido por sí mismo, otros le habían sido regalados. Muchos habían permanecido inalcanzables, o se los habían arrebatado cuando apenas los había logrado. Pero él seguía ahí. Y cuando, los primeros días tras el primer deshielo, caminaba por la mañana sobre el rocío de los prados empapados delante de su cabaña y se apoyaba en una roca plana de las que había diseminadas, notando la piedra fría en la espalda y en la cara los primeros rayos cálidos del sol, tenía la sensación de que no le había ido tan mal. (Robert Seethaler; Toda una vida; Salamandra, pag. 128)