Imprevisibilidad. Marc Augé

Tanto en la vida privada como en la pública, el futuro conserva su imprevisibilidad, para bien o para mal. Así pues, estamos condenados a vivir en busca de «la felicidad por el azar», a reaccionar ante los acontecimientos. Todavía es posible un encuentro, un descubrimiento, un accidente. Nuestra reacción ante lo imprevisto será una sorpresa en sí misma: en ese sentido, todos somos creadores. (Marc Augé; Las pequeñas alegrías. La felicidad del instante; Ático de los libros 2019; 36)

Descubrir. Sylvain Tesson

Descubrí que habitar el silencio era una fuente de juventud. Aprendí dos o tres cosas que mucha gente sabe sin recurrir al encierro. La virginidad del tiempo es un tesoro. El desfile de las horas es más trepidante que la tala de los kilómetros. La vista no se cansa nunca de un espectáculo de esplendor. Más se conocen las cosas, más bellas se vuelven. (Sylvain Tesson; La vida simple; Alfaguara, pag. 225-226)

Vacaciones. Ivan Jablonka

Nuestro estilo de vacaciones era aristocrático porque valoraba la libertad, el placer, el descubrimiento, la huida de lo cotidiano, pero también era rotundamente democrático: barato, no consumista, no vistoso, no trasnochador, no complicado, algo accesible, próximo, simple, casi rudimentario, una locomoción terrestre, un contacto directo con la gente, paradas siempre respetuosas con la naturaleza, con las costumbres y productos locales, acampada fuera de los circuitos siempre que fuera posible, agua de la fuente de la plaza del pueblo, ensalada de huevo y tabulé al mediodía, parrillada con fuego de leña por la noche y, en los mercados, higos chumbos preparados por el vendedor, granizado de limón, buñuelos fritos, costillas de cordero compradas en puestos callejeros (a riesgo de que nos sentaran mal). En una palabra, un deambular a escala europea. Su propio amo, pero no en su propia casa. (Ivan Jablonka; En camping-car; Anagrama, pag. 122)

La librería desempeña un papel imprescindible. Roger Chartier

La librería desempeña un papel imprescindible que las plataformas digitales nunca podrán desempeñar. La librería tal como la feria del libro es un lugar de encuentros, con el librero, algunas veces con autores y siempre con los libros. Es un lugar de sociabilidad, de discurso, de discusión, de intercambio, es un lugar de descubrimiento.

[…] En contra de la idea de una sustitución posible, de una equivalencia sin pérdida entre lo impreso y lo digital, lo que debemos subrayar es la diferencia de sus lógicas. La lógica del mundo de lo impreso, de todas las instituciones de lo impreso, es una lógica espacial, topográfica, una lógica del viaje, del pasaje. Es lo que ocurre cuando en una biblioteca que permite el acceso a sus colecciones, el lector circula, viaja entre los anaqueles. Es lo que acontece en la librería, entre los varios espacios del local. La consecuencia de esta lógica del viaje es descubrir lo que se desconocía, es encontrar lo que no se buscaba. El lector es un cazador furtivo, como decía Michel de Certeau, es un peregrino, es un aventurero. La lógica que rinde el mundo digital es una lógica totalmente diferente. Es una lógica temática, tópica, jerarquizada, y, en el caso de las librerías digitales, es también una lógica del algoritmo, una lógica de lo previsible. Es posible encontrar más rápidamente lo que se busca, pero no se puede encontrar fácilmente lo que se ignoraba. (Roger Chartier en Roger Chartier & Alejandro Dujovne; La edición en tiempos inciertos en AA.VV.; Trama & texturas 43; Trama editorial, pag. 19)

Descubirmientos. Franco Michieli

Los descubrimientos a los que nos lleva la experiencia, el cansancio físico, el contacto con los mínimos sucesos de la vida de un territorio y la incertidumbre sobre adónde lleva un sendero son quizá más valiosos que el sentimiento de lo sublime elaborado solo con el pensamiento. La inmersión en el curso de la vida nos hace sentir más pequeños, también de espíritu, y no más grandes. (Franco Michieli; La vocación de perderse; Siruela, pag. 84)

Paseo. Miguel Delibes

Cada uno tiene su particular manera de pasear por el mundo. […] Uno, claro es, dispone también de su personal procedimiento, ignora si bueno o malo, pero es, sin objeción posible, el que mejor se acomoda a su manera de ser. Uno, por principio, trata siempre de eludir en sus paseos un plan preconcebido […] Es mejor, de ordinario más eficaz, andar de la Ceca a la Meca sin la coacción de horarios estrechos ni de rutas elaboradas de antemano. Es ésta la única manera, a mi modesto entender, de que el mundo sea un descubrimiento para cada nuevo par de ojos que lo miren. (Miguel Delibes; Europa: parada y fonda; Destino, pag. 10)