Nostalgia. Andrés Neuman

Creo que la quietud es el alimento del recuerdo. La nostalgia cae del lado de los que nos quedamos, y sé de lo que hablo. No hay nada que me deje más pensativa que ir a despedir a alguien […]

Los viajeros huyen de la nostalgia. Cuando se viaja no hay tiempo para la memoria. Los ojos están llenos, los músculos cansados. Apenas queda fuerza ni atención para otra cosa que no sea seguir moviéndose. (Andrés Neuman; El viajero del siglo; Alfaguara, pag. 518)

Manos. Andrés Neuman

Tomando el té, Hans tuvo otro sobresalto: las manos de Sophie. No el aspecto de sus manos, que eran insólitamente alargadas, sino su modo de tocar los objetos, de palpar cada forma, de interrogarla con las yemas. Al rozar cualquier cosa, la taza, el costado de la mesa, algún pliegue del vestido, las manos de Sophie parecían medir su relevancia, leer cada objeto que tomaban. Siguiendo el veloz sigilo de esas manos, Hans creyó entender mejor la actitud de Sophie y supuso que esa aparente lejanía era en realidad una intensa desconfianza que todo lo examinaba. (Andrés Neuman; El viajero del siglo; Alfaguara, pag. 44)

Despedida. Andrés Neuman

Qué raras las despedidas. Tienen algo de helador, como de muerte, y sin embargo despiertan la fuerza desesperada de la vida. Quizá las despedidas fundan un territorio, o nos devuelven al único territorio que de verdad nos pertenece, la soledad. Es como si, de tanto en tanto, una debiera regresar a esa zona, trazar una raya y decir: de aquí salí, esta era yo, ¿cómo soy yo? (Andrés Neuman; El viajero del siglo; Alfagura, pag. 516)

Incertidumbre. Andrés Neuman

Querido, dijo Hans, ¡te has vuelto conservador! Eso lo dices, negó Álvaro, porque eres joven. Cuando uno es joven le gusta jugar a la incertidumbre. Pero al hacerte mayor vas perdiendo casi todas las certezas, y te aferras como un perro a lo poco que conoces: tu amor, tu familia, tu territorio. (Andrés Neuman; El viajero del siglo; Alfaguara, pag. 386)