Bondad. Ryszard Kapuściński

Los años vividos entre pueblos remotos me enseñaron que la bondad hacia el prójimo es la única actitud que puede tocar el punto sensible, humano, del otro. (Ryszard Kapuściński; El encuentro con el Otro; Letra Internacional 94, 2007, pag. 6)

Lo auténtico. Remedios Zafra

Algunos buscan aprovecharse del malestar y de esta oscilación para abanderar una verdad apropiada dogmáticamente. No está ahí, nunca puede estar ahí, lo auténtico que moviliza cuando la conciencia sigue encendida y alerta. Lo auténtico a lo que nos referimos tiene sentido, es racional y sensible, y es valioso pero «no es simple». (Remedios Zafra; Frágiles. Cartas sobre la ansiedad y la esperanza en la nueva cultura; Anagrama, pag. 154)

Vulnerabilidad. Jean-Claude Carrière

Después de todos los años que llevo escribiendo, para cine y teatro, tantas escenas llamadas de «ficción», en las que hombres y mujeres imaginados hacen frente, mediante palabras y actos, a acontecimientos que no se esperaban, me parece que lo esencial para que esas escenas cobren vida es descubrir en los personajes ese territorio de fragilidad donde a buen seguro podemos encontrarnos ellos y yo.

Entre nosotros, lo llamamos «vulnerabilidad». Es la hendidura en el caparazón, el lugar donde podrán herirnos más fácil y gravemente. Una zona de incertidumbre, de temblor, ese punto sensible que normalmente no hay que tocar (pero una ficción es siempre anormal, poco habitual), esa parte del ser donde el personaje que estamos contando, que a veces sentimos lejos y en otros momentos muy cerca, parece curiosamente esperar, y en ocasiones incluso provocar, la desgracia que va a abatirse sobre él.

Es ahí donde verdaderamente nos encontramos y nos reconocemos. Es también ahí, en los mejores casos, donde nos sorprenden nuestros personajes, como si de pronto cobrasen vida propia, a ese nivel de ordinario disimulado en que toda comedia desaparece, en que toda proyección se desmorona.

Mientras no descubramos ese territorio secreto, que sin duda existe en cada uno de nosotros, seguiremos en el terreno simplificado del vodevil o el melodrama, un sembrado superficial en el que agitamos marionetas, hombres y mujeres trazados con un solo golpe de pluma y una vez más reducidos a un esquema y, por lo tanto, a una mentira. (Jean-Claude Carrière; Fragilidad; Península, pag. 219)

El camino interior. Juan Eduardo Zúñiga

Identifiqué también en mí una personalidad sensible a lo lejano, en un lento proceso íntimo y especialmente solitario, como es siempre el camino interior. (Juan Eduardo Zúñiga; Recuerdos de vida; Galaxia Gutenberg, pag. 22)

Cualidades. Nickolas Butler

Miró a su nieto y lo invadió una ola de amor hacia él, pues era un niño afable, sensible y curioso, y esas eran -por encima de cualquier otra- cualidades que Lyle empezaba a valorar cada vez más en el mundo. (Nickolas Butler; Algo en lo que creer; Libros del Asteroide, pag. 19)

Paisaje. Luigi Amara

El paisaje no es un anuncio

interminable que corre

frente a ti.

El paisaje es donde sucedes.

La esfera cambiante

de tu sensibilidad.

La burbuja

constantemente perforada.

No es la secuencia de la cinta

mecánica

quince minutos diarios

frente al televisor. (Luigi Amara; A pie; Almadía, pag. 47)

¿Por qué se hacen tantas cosas y sirven de tan poco? Marina Garcés

Uno de los principales frentes de la crisis de nuestro tiempo es la saturación y la impotencia que asedian, hoy, la labor educativa y la acción cultural. ¿Por qué se hacen tantas cosas y sirven de tan poco? El tiempo y el espacio de la producción y del consumo capitalista se dejan llenar de proyectos y de productos, de actividades y de propuestas. Pero si no alteramos las coordenadas de la experiencia, lo que estamos haciendo, finalmente, sólo reproduce la realidad. Los ilustrados de los siglos XVIII y XIX confiaban en la potencia emancipadora de la educación y de la experiencia estética no por sus contenidos adoctrinadores, sino por su capacidad de redefinir sensibilidades. Hacernos otra sensibilidad: es la apuesta cultural emancipadora, desde la Ilustración hasta Giles Deleuze. Y la sensibilidad es, precisamente, la experiencia del espacio y del tiempo y la posibilidad de transformarla. Nuestra sensibilidad, hoy, está saturada: de información, de comunicación, de actividad, de oferta, de programa y de proyectos. No insistamos en saturarla, empecemos a liberarla. (Marina Garcés; Fuera de clase. Textos de filosofía de guerrilla; Galaxia Gutenberg, pag. 92)

Manos que hablan. William Saroyan

La niña siempre había insistido en que él le diera la mano cuando caminaban juntos. Era una mano pequeña. Igual que la de su madre, pero más pequeña. Mientras caminaban, la mano de la niña hablaba. De pronto sentía una presión intensa y notaba que se acercaba una mujer muy elegante. A medida que se aproximaba más y más, la pequeña manita presionaba muchas veces, rápidamente. Él la estrechaba con más fuerza hasta que se relajaba.

Pero enseguida volvía a sentir la presión súbita, miraba alrededor, y allí en lo alto de un arbusto, había un pajarito; la niña se detenía para observarlo. Si el pájaro cambiaba de posición, la mano de la niña presionaba otra vez, rápidamente; si piaba, la mano de la niña presionaba muchas veces; si cantaba, la mano cantaba también.

De vez en cuando topaban con alguna escena desdichada: un anciano consumido o una anciana vestida con harapos mugrientos rebuscando en una papelera. La mano de la niña apretaba una sola vez, y la presión se mantenía.

Cuando era muy pequeña solía pedirle que la llevara a cuestas a poco de empezar a caminar, a veces se lo pedía con palabras, otras veces se detenía y le tendía los brazos. Siempre había sido una personita muy vivaz, alerta, observadora y sensible. (William Saroyan; Un día en el atardecer del mundo; Acantilado, pag. 135)